21 octubre 2012


Esquivando medidas abraza ángulos rectos. A los noventa grados que encajonan su cordura les resta los cuarenta de su whisky, fluyendo como ríos -siempre hacia abajo-.
Se evaporan en un segundo o en un año, para ascender una vez más, volviendo a enredar la confusión en sus cabellos, que a veces desentrama con un peine hebrado de palabras imprecisas.
Se ciñe el sombrero de lo absurdo para esconder una mirada, tan clara que podría retorcer el tiempo hasta formar un triste ocho caído.
Sus botas dejan pisadas en los charcos. Para qué necesita abrigo, si conoce la esencia del frío. Encendió en su mente algo más que fuego, y prende todo lo que ve. O lo que piensa, que viene a ser lo mismo.

10 septiembre 2012


    Es posible describir una mirada, aunque suponga el comienzo de la vida, de cualquier interacción entre personas, de una emoción. Podemos relatar su naturaleza, su intensidad, su color; podemos figurarnos su significado, calcular el punto al que se dirige y su duración; podemos hablar de lo que una mirada captaba en un momento preciso, y lo que a su vez transmitía.
    Es fácil transcribir las palabras, separarlas en morfemas, incluso fonemas; desprenderlas de su significado o adherirle otros nuevos, juntarlas en frases, construir textos para reflexionar sobre la realidad, o sobre lo que creemos que es la realidad. Función expresiva, descriptiva, apelativa, referencial, metalingüística, fática, poética. Les asociamos un contenido y las interpretamos a nuestro antojo.
    Nos permitimos detallar una sonrisa, basándonos en su amplitud y su inclinación. Adivinamos su veracidad y condenamos su falsedad, le atribuimos una emoción y calibramos su belleza en función de el grosor y la forma de los labios, de la blancura y regularidad de los dientes.
    Somos capaces de evocar una caricia o un beso, de rememorar su calidez, su presión, su suavidad y revivirlos una y otra vez como si no fueran efímeros y perdurasen infinitamente en nuestra piel, en nuestros labios, en nuestra memoria.
    Podemos explicar el sexo, las sensaciones que nos provoca, los sonidos y olores que le acompañan, la figura de los cuerpos, la duración e intensidad del acto.
    Sin embargo, lo que no logro es describir el sentimiento que provocaste con todo esto.
    Marcas en la piel, quemaduras, cortes, arañazos.  Agujeros en los ojos, globos oculares que explotaron como un confeti pegajoso, lleno de los colores de la última escena contemplada. Sangre reseca bajo las uñas, manicura roja de un centro de estética donde una asiática borra durezas y pinta mentiras.  Un cerebro abierto a la mitad, una mente separada en dos hemisferios, vísceras repartidas por el suelo; un corazón arrancado de sus arterias y privado de cualquier latido, de cualquier sentimiento imaginado y llevado hasta el límite de la realidad.

04 agosto 2012


Abriéndose paso entre las nubes, tan irreales como la palabra amor en una telenovela barata, el futuro es una invención y el pasado una mentira, mientras que el presente se escapa y no llega a existir, porque cruzamos el cielo tan rápido que nuestras manos se incrustan en el asiento, tan alto que todo parece un juego, tan lejos que nos persiguen los pájaros que un día llenaban nuestras cabezas, y también las jaulas que nos encierran ahora, y ninguno nos encuentra; porque ya no estamos donde debíamos estar, estamos en otro sitio y no vamos a volver.
No queremos que el viaje termine, aunque nos tengamos que estrellar mil veces en el mar y volver a pagar las tasas. Por eso no facturo equipaje, llevo la maleta vacía. Quizá parece poco en una vida que solo se mide por lo que llevas encima, pero lo que tú me diste ya llena  suficiente.
¿Dónde habrá sitio para ti y para mí? ¿En una puesta sin sol, en una noche sin luna, en un camino sin norte?
No me lo digas, ya lo veremos.

13 junio 2012


    Olor. Sal, fuego, humo y ceniza, respiración entrecortada, carbón, exhalación profunda, piedra, tierra, arena. Fragancia, perfume, aroma, esencia, dos cuerpos, dos cuellos, dos bocas. Agua, siempre agua. Sábanas empapadas en sudor, un momento impreciso sin luz alguna, salvo el brillo de dos pares de ojos inquietos, nerviosos, vehementes, febriles, sofocados, enfermos, que buscan su cura en unas pupilas que jamás llegarán a conocer.



    Imagen. Amarillo sobre azul, blanco sobre negro, el amanecer, la penumbra, un latigazo en rojo, puntos sin color alguno, ceguera momentánea. Marcada a fuego en tus retinas, que el tiempo empaña y distorsiona; como un espejo lleno de polvo, como un reflejo en agua turbia. El tiempo, tu dueño; tú, un peón, una figura insignificante arrastrada por el viento de un extremo al otro, un átomo bajo un cielo inmenso, oscuro y envolvente que te trae la consciencia de tu nimiedad. Un espacio infinito, el constante recuerdo de tu menudencia. Las estrellas  iluminan el camino que tus pies tanteaban a ciegas, la luna vuelve a aparecer para  encenderte el alma y apagarte las palabras. Todo empieza y se termina en una mirada.

07 mayo 2012


    Me reía sin parar, me dolían las entrañas pero no podía dejar de descojonarme. Hasta llorar agua salada y caliente, hasta quedarme sin aire y sentir cómo se me encogían los pulmones, suplicando un atisbo de oxígeno, ahogándome en una piscina sin agua, sin toallas ni crema solar. El estómago se me contraía espasmódicamente, como un perro epiléptico que se retuerce en el suelo mientras babea la moqueta de sus dueños -El jodido chucho ya está ensuciándolo todo otra vez-.
    Así estaba yo, muerto de la risa sin una puta razón, sin sentido alguno, como todo lo demás. Qué te voy a contar, otro perdedor más. Justo como tú. Me importa una mierda si te ofendes, tengo razón. Puedes pegarme si quieres. Párteme la cara, dame una patada en los huevos, rómpete los nudillos en mi mandíbula, destroza una silla en mi espalda. No tengo nada que perder. Regalé mi vida a mil desconocidas, la compartí con otros cuantos capullos como yo, quemé el resto en ceniceros nocturnos. Y no me quedó nada.
    Como decía, me desternillaba, me retorcía, me partía el culo sin poder levantarme. Llegado ese punto no tenía ni puta idea de por qué me reía. Pero sí sé cómo empezó: ella me dijo que me quería...

15 abril 2012


    Qué vacío tan extraño cuando desaparece lo que nunca has poseído.
    Un día me remangué, me froté las manos y me dije "Tienes que hacer limpieza". Se me habían empañado los ojos, tenía la nariz llena de polvo, las uñas negras de porquería. Los músculos atorados, las articulaciones me crujían a cada movimiento.
    Quería librarme de todo lo que me sobraba, y empecé por ti. Fue duro darse cuenta de que no te necesitaba, de que nunca más me harías falta, de que ya no me dabas nada. Tan sólo me lo quitabas. Así me desprendí de tu persona; con un cuchillo de cocina me arranqué la mitad de mi carne, pero no sangré ni una gota. Yo que pensaba que mi vida tenía una cuenta pendiente contigo. Nos deshicimos el uno del otro, como quien vomita cuando siente náuseas. Y nos sentimos mejor, aunque fuiste quien me hizo sentir completo por un efímero instante.
    Nos empachamos de sexo, risas y dolor. Nos aburrimos de las mismas miradas. Nos cansamos de repetir las palabras. Sin embargo, te hubiera dado todo lo que tengo, que es nada. Pero ya no lo querías, y yo tampoco. No preciso de un agujero más en mi vida, ni siquiera de un parche para tapar los que ya tengo.
    Lo que quiero es otra cosa, y ¿dónde iba a buscar, sino dentro de mí mismo? Cogí de nuevo el cuchillo y me abrí en canal, hasta que di con ello.
    Yo.
    Conmigo.

12 abril 2012

¿Qué hacer con el velo de la desgana cuando se luce como única vestimenta? ¿Dónde guardar el pañuelo con el que te secas la frente de desidia, que gotea como sudor espeso y te empaña la vista? Qué cansado me siento de no hacer nada; de ser un extra en una vida inventada, una palabra más en una mala canción, una piedra en un camino perdido.

06 abril 2012


    Miró hacia la distancia, la neblina formaba formas difusas, como el humo del cigarro que sostenía entre los dedos; ascendiendo, alejándose, desapareciendo elegantemente sin dejar ni rastro. La cabeza le ardía en un dolor permanente, el peso de los recuerdos le aplastaba los hombros, le atenazaba las cervicales, se le clavaba en las sienes con un frío metálico que apenas le permitía abrir los ojos en la penumbra de aquel paraje sin forma ni nombre. Aspiró de nuevo, escuchando el crepitar del papel al prenderse; al igual que ardían sus ideas, así como sus pensamientos se convertían en  ceniza.
    Comenzó a correr buscando algo; había conducido durante horas, días, años, más y más rápido, para no encontrar nada. Se había detenido al perderlo todo, y se esperaba a sí mismo sentado en una roca. El viento le agitaba la camisa, la hinchaba y deshinchaba, jugaba con sus pliegues, la descolocaba una y otra vez; justo como la vida había hecho con él.
    Aspiró una vez más, llenando de humo sus pulmones, asfixiados de vivir tanto y tan deprisa. Le escocía la garganta, del tabaco y las palabras amargas que se había tragado. Dió una última calada y apagó el cigarrillo en la roca.
    No sabe cómo termina su historia.

06 marzo 2012

    Miles de elecciones; millones de pasos, ¿dónde me dejé el mapa? ¿Quién seré cuando no te mire a los ojos, cuando dejes de conocerme, cuando no me conozca yo? Querría hacer unas cuantas promesas, pero procuré olvidarme de las palabras vacías. Olor a dulce podedumbre, a cenizas de autodestrucción,  a dolor, viciado de tanto usarlo. Mi cordura empieza a sonar forzada, me despojaré de ella en cuanto amanezca una vida nueva. Si se me agarrota la espalda, muérdela y dejará de dolerme.

24 febrero 2012

    Dame un verano entero en febrero, bórrame las nubes, arrastra el sol hasta aquí, cuéntame un par de mentiras y mil verdades que me hagan reír, enciende una hoguera en tu cama y prende todo lo que queremos olvidar, fabrica una caja de recuerdos reciclados y guarda en ella tu memoria junto a la mía. Dime lo que quieres y calla lo que tuviste, porque te daré más de lo que conseguiste en una vida si me miras de verdad. Escóndete conmigo de la realidad, que nos persigue sin cesar en este último día. No te prometo nada, pero te lo concederé todo. Imagínate lo que podríamos conseguir en unas horas si fuésemos capaces de olvidar el cielo y construir nuestro infierno, tan caliente, tan candente como nuestros ojos cuando se funden a fuego lento entre las sábanas.


20 febrero 2012

    En cualquier momento voy  a colapsar y llenarlo todo de sangre y miedo y dolor -que es un color muy feo-. No debería decir nada, no tengo razones para quejarme. Y posiblemente tú tengas aún menos. ¿Por qué iba yo a ser especial, diferente? Sólo he aprendido a reconstruirme a partir de lo peor que he vivido. Y lo he maquillado, lo he dejado presentable, hasta que me miras y piensas que realmente soy lo que necesitas. Pues te digo una cosa: no lo soy. Ni lo que necesitas tú, ni lo que necesito yo mismo. Tan sólo autodestrucción, explosivos, napalm; y arrastraré conmigo a todos los que pueda.
    Silencio entre el tumulto. Ruido en movimiento. Y música para un sordo. Pierdo las esperanzas en momentos como este. Se van, como vuelven los escasos momentos de un efímero atardecer. La boca seca de palabras perdidas, escozor en los ojos de llorar pensamientos, frías manos llenas de vacío. El juego consiste en avanzar, la carretera podría ser infinita. El cielo azul, naranja, rosa, morado. Edificios, montañas. Me he roto por dentro decenas de veces, y así seguiré haciéndolo. Mirar, ver, observar, decepcionarse, callar. Los días se empapan de incertudumbre; hay mil caminos y ninguno es fácil.
    Luz parpadeante en anhelo del borroso recuerdo, la fingida compañía de un desconocido sin rostro, cuyos ojos encuentras vacíos. No podría mirar hacia arriba porque está oscuro y la negra tintura me resbala por los hombros, empapa mis manos y se endurece, hasta impedirme el movimiento. Tinta robada a un bolígrafo anónimo que se vende como una puta transcribiendo mis palabras baratas, sin vida, que rezuman la amargura de su autor.
    No mires más, nadie te está buscando esta noche. No estás solo, pero así estás condenado a sentirte. O posiblemente sí estés solo. Como yo, como todos los demás. Y vacío, deambulante en un océano de almas en pena empeñadas en dar con aquello que les falta. Un armario lleno de ropa, unas sábanas bañadas en sudor.
    No sé qué quería decir.

15 febrero 2012

    A veces la vida nos besa en la boca.
    Puede pasar que un día merezca la pena ser quienes somos, haber cometido tantos errores de los que nos arrepentimos y otros tantos de los que nunca lo haremos. Porque si no es a base de fallos, ¿sobre qué se construyen los cimientos de una persona?
    Hay fallos que lo arrebatan todo, no dejando más que culpa y un pesado vacío; pero otros nos traen una nueva visión, una forma fresca de mirar hacia delante como antes no lo habíamos hecho.
    Ciertos errores son los mejores aciertos que podríamos haber cometido. Y es, entonces, cuando la vida nos besa en la boca. Somos mil victorias y mil derrotas, que finalmente no pesarán más que una mota de polvo flotando en el universo. Pero, aun así, puede que un día mereciera la pena.

-No estoy entendiendo nada de lo que dices. Vamos, cálmate.


-No quiero calmarme. Quiero que me lo arrebates todo, y me lo devuelvas cambiado, transformado en otra cosa; otro tú, el que siempre quisiste ser, otra yo, la que nunca he sido. Y mezclarlo todo, quemarlo y pintarnos con las cenizas.


Me cansé de buenos días y buenas noches....


Emborráchame hasta que a mí no me quede un retazo de cordura y me aferre a la tuya, y llévame adonde nunca me llevarías.


Fóllame como si nos acabáramos de conocer, como si nos hubiéramos vuelto locos, como si no nos fuéramos a ver de nuevo.


Olvídame en cuanto te duermas y encuéntrate conmigo al amanecer, para hacerme creer que soy la más bonita que has visto nunca, aun despeinada y con ojeras.


Pero no me digas que me quieres. Demuéstrame que me amas.

13 febrero 2012

    El hombre del tren no cesaba de hablar, en un incontrolable ataque de verborrea. Gesticulaba exageradamente, abría los ojos en busca de una mirada que lo respaldase. Los demás pasajeros permanecíamos impasibles.

-...porque muchas cosas se echan a perder. La comida. Una persona. Su inocencia, su forma de ver las cosas, su capacidad de sorprenderse por la vida. Su vocación, su sueño, su alegría. Todo lo que somos puede destruirse. Todo lo acabará haciendo, es así. Somos compuesto orgánico que primero morirá, luego se pudrirá, finalmente desaparecerá... pero lo importante es cuándo. Mirad, yo me levanto y veo hombres y mujeres que han alterado el proceso. Primero se pudren, luego se desintegran y al final mueren. Están vivos, sí, pero ya no son nadie. Empiezan a descomponerse antes de tiempo. Unos por dinero, otros por amor, otros por simple pesimismo. Se pasean por ahí, en busca de falso consuelo, unos en el consumismo de los escaparates, otros tanteando amor de una noche en alguna discoteca, otros frente a la pantalla, que emite Telecinco, o cualquier tipo de telemierda. Y esos hombres y mujeres sois vosotros. Se me ha olvidado lo que quería decir, a mí se me están descomponiendo las neuronas. Pero joder, vivid, dejaos de gilipolleces y moveos, leed un libro, hablad con personas que no conocéis. Olvidaos del miedo, de la vergüenza, de la tristeza. No os pudráis antes de muertos.

    El tren permaneció parado en la estación hasta que acudió la Unidad de Control de Cerebros Pensantes, y se lo llevaron.  Últimamente estos altercados se producen con frecuencia.

05 febrero 2012

    No me importa lo que hagas cuando tu olor ya no me envuelva, perfume, tabaco y hachís. ¿Quién mantendrá tu huidiza mirada de niño?, ¿quién sostendrá tus manos, que reposaban ausentes sobre mis rodillas?, ¿quién se perderá entre tu confusa y plácida verborrea?, ¿quién hablará de lo suave que es tu piel? No me importa. Te observé con temor fugaz; un parpadeo, un mordisco a la manzana que me ofrecías, alcohol en las noches más largamente cortas, sudor en la parte trasera de un viejo coche.
    Nunca debió importarme.

04 febrero 2012

    Atesoramos cosas innecesarias durante años, nos cargamos a la espalda un pesado hatillo y nos decimos "Mira, esta es mi vida, aquí la llevo. Cuanto más pese, mejor." Yo me detengo, poco después de haber comenzado el camino, paralizado por el dolor de mi columna; un paso hacia delante parece una tortura, uno hacia atrás supone un error. Así que dejo caer la bolsa al suelo, y empiezo a rebuscar. Me sorprende ver tantas cosas de las que debería librarme, esparcidas inocentemente ante mis pies. Tienen forma de libro, libreta o cuaderno; por curiosidad leo sus títulos. Mentira. Inconsciencia. Irresponsabilidad. Orgullo.
    Decepción. Un cuento amargo, repetido una y otra vez; siempre difícil de memorizar. Precisamente cojo ese libro; lo hojeo con cuidado y lo vuelvo a guardar, sabiendo que tarde o temprano volveré a tener sus hojas entre mis manos. Esas hojas finas, frágiles pero afiladas, que van llenando las yemas de mis dedos de cicatrices. Y me siento en el suelo, junto a mis des-pertenencias, para arrancarme el dolor que se me pega a la piel, me desuello las palmas para acabar con todas las caricias que quise regalar y no pude, me quemo los labios para olvidar besos fingidos; los que di y los que me dieron. Abro mi carne con un cuchillo, buscando los fallos que se me enquistaron dentro; pero solo encuentro venas, músculos, tendones, hueso... y el sueño me llama, la sangre me envuelve, el frío me arrastra. Una noche eterna me quiere acunar entre sábanas oscuras que huelen al sudor de cuerpos desconocidos, a alcohol y tabaco, a indiferencia y olvido.
   Despierto, vacío. Vacías mis manos al no poder entrelazarse con las tuyas, vacíos mis labios cuando no pronuncian tu nombre, vacía mi mente sin tu recuerdo, que por un instante lo inundó todo. Tan vacío como una botella de cerveza abandonada en una esquina. Como la maleta que jamás nos llevamos de viaje. Como el cajón de mi alma que vaciaste apresuradamente, para no volver.

22 enero 2012

    No sé qué pido esta noche, pero sé lo que echaré en falta mañana. Deberías dejar de pensar por un momento, tan solo detén las corrientes eléctricas que recorren neurona a neurona durante un puto fragmento de una milésima de segundo, y esconde las lágrimas que aún no has derramado.
    Apaga tu memoria.
    Enciende tu imaginación.
    Y vuela.
    La piel me entregó su contacto, su contacto me otorgó confianza, la confianza... ¿qué me  aportó? ¿Qué me arrebató?
    Me duele el estómago de tragar las mentiras con cerveza, y en mis resacas vomitarlas de vuelta, aún más amargas. Pero cuando digo la verdad, me clavo en tus ojos. No sé qué quería decirte, quizá lo mismo de siempre, así que seguiré callada. Aún así sabes que permanecería en tu cama como un soldado en su trinchera, evitando resultar heridos por lo que tú y yo somos fuera de estas cuatro paredes. Yo huyo de mí, soy perseguida por mi propia sombra a través de las fronteras que impuso el miedo; concédeme el asilo político que ofrecen tus manos. Sigo borracha de promesas etílicas, mi mente se nubla por el humo y las espesas palabras, pero sé lo que quiero.
    Quiero que me arranques la ropa y me acaricies el alma.
    Quiero que susures lo que no supiste en voz alta.
    Quiero que me veas cuando me mires.
    Sé que no lo harás, en mis ojos no encuentras nada... y yo tampoco.

12 enero 2012

    No estaba seguro de si era una niña o una mujer la que caminaba por aquel vertedero. Vestía harapos grises, gris su piel, gris su mirada, gris su voz.
-Qué fácil fue. ¡Y sin darme cuenta! Yo no me enteré de nada cuando empecé a rebuscar entre la miseria. Sólo quería recordar. Pero entonces... entonces me ví las manos manchadas de oscuridad, y ya me había impregnado de este pútrido olor.
    Yo la escuchaba hablar tras una montaña de ilusiones rotas. Ese día había aparcado el coche allí. Por curiosidad, supongo. LLevaba días viéndola; de camino al trabajo, al regresar a casa. Su figura se recortaba contra una puesta de sol permanente, en un día siempre agonizante.
-Una vez que te pasa, ¿qué vas a hacer?. Ya he intentado borrar su aroma con duchas calientes optimismo infundado, camuflarlo con colonias de promesas baratas. Pero lo tengo pegado a la piel, y no se va. No se va.
    Me acerqué a paso lento, intentando aparentar normalidad. Como si pasara por allí casualmente. Ella se entretenía observando algo tirado en el suelo, a sus pies.
-Buenas tardes. - Dije, aún más casualmente. Ella me miró con una irónica ceja arqueada sobre su ojo derecho, gris y enorme, enmarcado por unas espesas pestañas negras. El izquierdo quedaba oculto por un mechón de pelo oscuro que ensombrecía su rostro. Sus labios se torcieron en una sonrisa inacabada, y devolvió la vista al suelo. Desde mi posición no conseguía ver lo que había depositado a sus pies. Pensé en acercarme, pero mis piernas estaban ancladas al suelo desde que su mirada había chocado contra la mía.
-¿Qué... qué tal?, ¿cómo estás?
    Entonces fue ella la que se aproximó, observándome titubeante, con tanta curiosidad reflejada en el rostro como la que yo procuraba ocultar.
-¿Qué buscas aquí?- Preguntó mirándome las manos, que yo mantenía semiocultas en los bolsillos del pantalón.
-Yo... no buscaba nada, simplemente volvía de trabajar, bajé del coche para dar un paseo y estirar un poco las piernas y...
-Esto es un vertedero de recuerdos, nadie viene a pasear. Si no buscas nada, no empieces a hacerlo. Sólo encontrarías problemas. ¿No lo hueles?
-Oler... ¿el qué?
-Este horrible hedor a pesimismo.




    ¿Sabes cuántos pasos habría de dar para tener la certeza de que hice algo bien, para avidinar lo que haré mal? Es pronto, y llevo las rodillas ensangrentadas de tropezar con mentiras, las piernas fatigadas de ascender cuestas día a día, los brazos entumecidos de arrastrarme por algún camino a ciegas. Me duele el cuello de mirar atrás, la vista no me alcanza a ver lo que tengo por delante. Pero mírame; mírame y dime que tendrá algún sentido. No pido dormir entre almohadones de palabras vacías, no anhelo mentiras dulces hechas caricias. Solo quiero apreciar la verdad de tus pupilas, escuchar una sonrisa que para mí nunca fue falsa, y sentir en mis manos el peso de tu incertidumbre y la mía, como si hubieran sido una sola.
   Y después déjame; seguiré buscando mi voz en el humo de un cigarro apagado, perseguiré la sombra de quien me prometí ser, y no volveré a mirar atrás.