02 enero 2011

   Esta mañana decidí limpiar un poco el trastero, pues llevaba años sin ser abierto. En realidad es solo un armarito encima de mi armario, pero siempre lo hemos llamado así. Claro que está lleno de trastos -quizá sea razón suficiente para recibir este nombre-; desde que llegamos, todo lo que dejábamos de usar, lo que no nos haría ya falta, iba a parar ahí. Al trastero.

  En él encontré un pequeño baúl con la ropa de mi madre: al fondo los vestidos que usaba cuando tenía mi edad, encima  los tacones que llevó a su boda, y por último un peto vaquero que solía llevar durante el embarazo. Un álbum con fotos en blanco y negro, que sin embargo reflejan todo el color de años pasados. Una caja con mis juguetes, esos con los que un día olvidé cómo jugar. Una bolsa con los calcetines de mi padre, que se debió dejar olvidados.

   En el trastero he encontrado mi pasado, aquél que no quería volver a ver; y sin embargo, echo de menos.

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