04 enero 2011

  Vivo como eterna novia de la tristeza, amante de la melancolía, añorando todo lo que tuve y se fue, esperando lo que nunca llegó.  Hundí en mi carne las cuchillas de afiladas lágrimas; marcada mi piel con infinitas heridas que desvelan mi identidad antes de que lo haga yo.

   Mudé el blanco velo de la esperanza, adopté el negro luto del crepúsculo en el que habito; reinando sobre    el trono de huesos de mis súbditos, aquellos que se inclinaron ante mí cediéndome sus efímeros recuerdos, sus quebradas sonrisas y sus vidriosos sentimientos. Yo su señora, yo su diosa, yo su verduga.

   Yo, dueña del tiempo.

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