23 enero 2011

Silvia

 Dicen que el amor mueve el mundo. En mi caso, siempre me han movido unos labios insinuantes, una mirada intensa, unas manos delicadas, las sugerentes curvas femeninas  -y sólo después- el amor. Son muchas las historias que podría contar, las mujeres de las que podría hablar. Recuerdo las que me rechazaron por mi descaro, y las que cayeron en mis brazos por la misma razón; las que engatusé con mis maneras de conquistador, mis calculadas palabras y encantadores modales. También las que me calaron al momento, y me despacharon con una sonrisa de desdén. Todas ellas formaron parte de mi vida, y aún lo siguen haciendo.


 Conservo muchos detalles; no tantos nombres, pues el paso del tiempo no perdona. La suavidad de la piel de Lucía cuando acaricié su mejilla, un atardecer en verano, el sonido del mar al fondo. El olor dulce del pelo de Susana, cierta noche, al acompañarla hasta su casa. La tersura de los muslos de Isabel, cuando tiraba coquetamente de mi chaqueta hacia sí. Las uñas de Carmen al clavarse en mí, alguna que otra tarde de invierno. Las curvas de la espalda de Laura al ponerse la camiseta. Los verdes ojos de Silvia.


  Los verdes ojos de Silvia. Aún siguen atormentándome, después de haber perdido la cuenta de los días sin verla. Ella fue de las pocas mujeres que me conocieron realmente, y supongo que por ello me rechazó. Ella es la única a la que, todavía hoy, en la soledad de mis últimos días, echo de menos.

3 comentarios:

  1. Yo también quiero conocer a Silvia xD o al conquistador. ¡Vivan los descarados!

    ResponderEliminar
  2. Baúl de recuerdos; pero hay que continuar: sigue habiendo mucha emoción y belleza ahí, díselo a quien haya escrito ese texto tan sencillo y tan terso.

    ResponderEliminar