16 diciembre 2010

   Imagina un ser que mediante hormonas inhibe su capacidad de procrear. Sin embargo, aumenta artificialmente el tamaño de sus glándulas mamarias, -esas a las que desea no tener que darles un uso más que estético y sexual-; mientras que se mata por acabar con cualquier ápice de grasa en el resto de su cuerpo. Elimina cualquier rastro de vello corporal, sin embargo se lamenta constantemente por no tener una larga y tupida cabellera. Ese ser...es la mujer.



  Culpa a todos y cada uno de sus antepasados por no haberle legado la perfección a la cual aspira. Porque no se da cuenta de que la revista que entre sus bonitas manos sostiene, es irreal. Nada de lo que ve debería ser envidiado. Y es que ella, en su imperfección, es perfecta.

2 comentarios:

  1. Trágicamente y magníficamente cierto. La mitad del mundo muerto de hambre y el resto a dieta. Sólo pelo en la cabeza, gracias y joder mamá por no darme unas caderas más estrechas.

    Es todo lo que se me viene a la cabeza, eso y que, mierda, a veces es dificil.

    ResponderEliminar
  2. Y no te quepa ninguna duda –soy viejo y sé lo que me digo, en este caso– la imperfección es maravillosa y está llena de belleza, y además una belleza que no se encuentra en las revistas de la peluquería. Diana –mi colega y alumna– dice otras cosas muy bonitas al respecto (y muy cierras): "La inteligencia esa belleza". A lo otro se le llama "un polvo", que es un momento de intensidad animal que, cuando no va unido a una prolongación mental, se borra, tras dejarte el cuerpo arreglado.

    ResponderEliminar