12 septiembre 2010

 Aquello de lo que intentas huir te perseguirá implacablemente, de forma proporcional al temor que tus ojos reflejen.

  Si te paras, te traspasará hasta hacer de ti un despojo. Vives en una lucha continua por subsistir un día más, sin fuerzas ni aliento, cansado de esconderte, pero te falta valor para plantarle cara. Conoces caminos que podrían salvarte, pero te asustan aun más que tu pesadilla. Por ello sigues huyendo, cazador y presa en una interminable espiral, cuyo desenlace apenas puedes discernir entre tanta oscuridad.

  En toda carrera hay una meta. Llega hasta ella de una maldita vez, coge la bandera que anuncia el final y clávasela a quien durante tanto tiempo te ha hecho correr sin rumbo.

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