24 febrero 2012

    Dame un verano entero en febrero, bórrame las nubes, arrastra el sol hasta aquí, cuéntame un par de mentiras y mil verdades que me hagan reír, enciende una hoguera en tu cama y prende todo lo que queremos olvidar, fabrica una caja de recuerdos reciclados y guarda en ella tu memoria junto a la mía. Dime lo que quieres y calla lo que tuviste, porque te daré más de lo que conseguiste en una vida si me miras de verdad. Escóndete conmigo de la realidad, que nos persigue sin cesar en este último día. No te prometo nada, pero te lo concederé todo. Imagínate lo que podríamos conseguir en unas horas si fuésemos capaces de olvidar el cielo y construir nuestro infierno, tan caliente, tan candente como nuestros ojos cuando se funden a fuego lento entre las sábanas.


20 febrero 2012

    En cualquier momento voy  a colapsar y llenarlo todo de sangre y miedo y dolor -que es un color muy feo-. No debería decir nada, no tengo razones para quejarme. Y posiblemente tú tengas aún menos. ¿Por qué iba yo a ser especial, diferente? Sólo he aprendido a reconstruirme a partir de lo peor que he vivido. Y lo he maquillado, lo he dejado presentable, hasta que me miras y piensas que realmente soy lo que necesitas. Pues te digo una cosa: no lo soy. Ni lo que necesitas tú, ni lo que necesito yo mismo. Tan sólo autodestrucción, explosivos, napalm; y arrastraré conmigo a todos los que pueda.
    Silencio entre el tumulto. Ruido en movimiento. Y música para un sordo. Pierdo las esperanzas en momentos como este. Se van, como vuelven los escasos momentos de un efímero atardecer. La boca seca de palabras perdidas, escozor en los ojos de llorar pensamientos, frías manos llenas de vacío. El juego consiste en avanzar, la carretera podría ser infinita. El cielo azul, naranja, rosa, morado. Edificios, montañas. Me he roto por dentro decenas de veces, y así seguiré haciéndolo. Mirar, ver, observar, decepcionarse, callar. Los días se empapan de incertudumbre; hay mil caminos y ninguno es fácil.
    Luz parpadeante en anhelo del borroso recuerdo, la fingida compañía de un desconocido sin rostro, cuyos ojos encuentras vacíos. No podría mirar hacia arriba porque está oscuro y la negra tintura me resbala por los hombros, empapa mis manos y se endurece, hasta impedirme el movimiento. Tinta robada a un bolígrafo anónimo que se vende como una puta transcribiendo mis palabras baratas, sin vida, que rezuman la amargura de su autor.
    No mires más, nadie te está buscando esta noche. No estás solo, pero así estás condenado a sentirte. O posiblemente sí estés solo. Como yo, como todos los demás. Y vacío, deambulante en un océano de almas en pena empeñadas en dar con aquello que les falta. Un armario lleno de ropa, unas sábanas bañadas en sudor.
    No sé qué quería decir.

15 febrero 2012

    A veces la vida nos besa en la boca.
    Puede pasar que un día merezca la pena ser quienes somos, haber cometido tantos errores de los que nos arrepentimos y otros tantos de los que nunca lo haremos. Porque si no es a base de fallos, ¿sobre qué se construyen los cimientos de una persona?
    Hay fallos que lo arrebatan todo, no dejando más que culpa y un pesado vacío; pero otros nos traen una nueva visión, una forma fresca de mirar hacia delante como antes no lo habíamos hecho.
    Ciertos errores son los mejores aciertos que podríamos haber cometido. Y es, entonces, cuando la vida nos besa en la boca. Somos mil victorias y mil derrotas, que finalmente no pesarán más que una mota de polvo flotando en el universo. Pero, aun así, puede que un día mereciera la pena.

-No estoy entendiendo nada de lo que dices. Vamos, cálmate.


-No quiero calmarme. Quiero que me lo arrebates todo, y me lo devuelvas cambiado, transformado en otra cosa; otro tú, el que siempre quisiste ser, otra yo, la que nunca he sido. Y mezclarlo todo, quemarlo y pintarnos con las cenizas.


Me cansé de buenos días y buenas noches....


Emborráchame hasta que a mí no me quede un retazo de cordura y me aferre a la tuya, y llévame adonde nunca me llevarías.


Fóllame como si nos acabáramos de conocer, como si nos hubiéramos vuelto locos, como si no nos fuéramos a ver de nuevo.


Olvídame en cuanto te duermas y encuéntrate conmigo al amanecer, para hacerme creer que soy la más bonita que has visto nunca, aun despeinada y con ojeras.


Pero no me digas que me quieres. Demuéstrame que me amas.

13 febrero 2012

    El hombre del tren no cesaba de hablar, en un incontrolable ataque de verborrea. Gesticulaba exageradamente, abría los ojos en busca de una mirada que lo respaldase. Los demás pasajeros permanecíamos impasibles.

-...porque muchas cosas se echan a perder. La comida. Una persona. Su inocencia, su forma de ver las cosas, su capacidad de sorprenderse por la vida. Su vocación, su sueño, su alegría. Todo lo que somos puede destruirse. Todo lo acabará haciendo, es así. Somos compuesto orgánico que primero morirá, luego se pudrirá, finalmente desaparecerá... pero lo importante es cuándo. Mirad, yo me levanto y veo hombres y mujeres que han alterado el proceso. Primero se pudren, luego se desintegran y al final mueren. Están vivos, sí, pero ya no son nadie. Empiezan a descomponerse antes de tiempo. Unos por dinero, otros por amor, otros por simple pesimismo. Se pasean por ahí, en busca de falso consuelo, unos en el consumismo de los escaparates, otros tanteando amor de una noche en alguna discoteca, otros frente a la pantalla, que emite Telecinco, o cualquier tipo de telemierda. Y esos hombres y mujeres sois vosotros. Se me ha olvidado lo que quería decir, a mí se me están descomponiendo las neuronas. Pero joder, vivid, dejaos de gilipolleces y moveos, leed un libro, hablad con personas que no conocéis. Olvidaos del miedo, de la vergüenza, de la tristeza. No os pudráis antes de muertos.

    El tren permaneció parado en la estación hasta que acudió la Unidad de Control de Cerebros Pensantes, y se lo llevaron.  Últimamente estos altercados se producen con frecuencia.

05 febrero 2012

    No me importa lo que hagas cuando tu olor ya no me envuelva, perfume, tabaco y hachís. ¿Quién mantendrá tu huidiza mirada de niño?, ¿quién sostendrá tus manos, que reposaban ausentes sobre mis rodillas?, ¿quién se perderá entre tu confusa y plácida verborrea?, ¿quién hablará de lo suave que es tu piel? No me importa. Te observé con temor fugaz; un parpadeo, un mordisco a la manzana que me ofrecías, alcohol en las noches más largamente cortas, sudor en la parte trasera de un viejo coche.
    Nunca debió importarme.

04 febrero 2012

    Atesoramos cosas innecesarias durante años, nos cargamos a la espalda un pesado hatillo y nos decimos "Mira, esta es mi vida, aquí la llevo. Cuanto más pese, mejor." Yo me detengo, poco después de haber comenzado el camino, paralizado por el dolor de mi columna; un paso hacia delante parece una tortura, uno hacia atrás supone un error. Así que dejo caer la bolsa al suelo, y empiezo a rebuscar. Me sorprende ver tantas cosas de las que debería librarme, esparcidas inocentemente ante mis pies. Tienen forma de libro, libreta o cuaderno; por curiosidad leo sus títulos. Mentira. Inconsciencia. Irresponsabilidad. Orgullo.
    Decepción. Un cuento amargo, repetido una y otra vez; siempre difícil de memorizar. Precisamente cojo ese libro; lo hojeo con cuidado y lo vuelvo a guardar, sabiendo que tarde o temprano volveré a tener sus hojas entre mis manos. Esas hojas finas, frágiles pero afiladas, que van llenando las yemas de mis dedos de cicatrices. Y me siento en el suelo, junto a mis des-pertenencias, para arrancarme el dolor que se me pega a la piel, me desuello las palmas para acabar con todas las caricias que quise regalar y no pude, me quemo los labios para olvidar besos fingidos; los que di y los que me dieron. Abro mi carne con un cuchillo, buscando los fallos que se me enquistaron dentro; pero solo encuentro venas, músculos, tendones, hueso... y el sueño me llama, la sangre me envuelve, el frío me arrastra. Una noche eterna me quiere acunar entre sábanas oscuras que huelen al sudor de cuerpos desconocidos, a alcohol y tabaco, a indiferencia y olvido.
   Despierto, vacío. Vacías mis manos al no poder entrelazarse con las tuyas, vacíos mis labios cuando no pronuncian tu nombre, vacía mi mente sin tu recuerdo, que por un instante lo inundó todo. Tan vacío como una botella de cerveza abandonada en una esquina. Como la maleta que jamás nos llevamos de viaje. Como el cajón de mi alma que vaciaste apresuradamente, para no volver.